por Manuel Bagues, Mauro Sylos Labini y Natalia Zinovyeva
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Clik here to view.Todavía queda mucho camino para que la paridad de género llegue a los más altos despachos de las universidades. En España las mujeres son mayoría en las carreras universitarias y realizan la mitad de las tesis doctorales, pero todavía están en minoría entre los profesores titulares (un 40%) y, sobre todo, entre los catedráticos (un 20%). Son cifras muy similares a las que se observan en otros países europeos, pero no por ello deberían preocuparnos menos. Hay un gran número de brillantes investigadoras y docentes que no desarrolla plenamente su carrera académica.
Con el fin de favorecer la carrera académica de las mujeres, España fue pionera en la introducción de cuotas de género en los tribunales de evaluación académicos. La ley de Igualdad prevé la presencia de al menos un 40% de mujeres (y hombres) en todos los tribunales. Esta política ha recibido también el apoyo de la Comisión Europea pero, ¿son estas cuotas realmente efectivas? ¿deberían otros países también adoptarlas? Se trata de preguntas que no son banales, porque las cuotas obligan a las profesoras a dedicar un número desproporcionado de horas a tribunales de evaluación de todo tipo, tiempo que no pueden dedicar a la investigación o a la docencia. (Y créanme, formar parte de tribunales de evaluación no es precisamente el tipo de actividad más gratificante a nivel profesional para un docente o un investigador.)
En teoría hay hipótesis plausibles que sugieren que una presencia equilibrada de ambos sexos en los tribunales podría tener efectos positivos tanto sobre la calidad de las evaluaciones como sobre las posibilidades de éxito de las candidatas. Sin embargo, la evidencia empírica es bastante sorprendente. Como ya hemos discutido anteriormente, en muchas ocasiones (aunque no siempre) se observa que los tribunales de evaluación con presencia femenina en lugar de ser más benévolos con las candidatas, por el contrario, son más duros con ellas que los tribunales masculinos. Por ejemplo, en Bagues y Berta Esteve-Volart (2010) se analizan datos de unos 150,000 opositores y se observa que las opositoras tienen menos posibilidades de éxito cuando les toca por sorteo un tribunal que incluye alguna evaluadora. Algo similar sucede con las profesoras que participaron en las habilitaciones a Profesor Titular realizadas en España entre 2002 y 2007 (Zinoveya y Bagues 2011). Tuvieron mayor éxito aquellas a las que les tocó casualmente un tribunal compuesto únicamente por hombres (aunque sucede lo contrario en la habilitación a Catedrático). Lo que no está nada claro es por qué esto ocurre. ¿Son las evaluadoras más duras con las candidatas o, quizás, los evaluadores varones se vuelven más críticos hacia las candidatas cuando hay alguna mujer en el tribunal?
En un reciente trabajo hemos intentado aportar más luz sobre esta cuestión y para ello hemos analizado el sistema de acreditación a Profesor Titular y a Catedrático de Universidad introducido recientemente en Italia. Este sistema es bastante parecido al español, aunque incorpora algunos elementos diferenciadores interesantes. Los tribunales incluyen cinco miembros, cuatro de ellos residentes en Italia, y un quinto miembro proveniente de una universidad extranjera. La composición de los tribunales se decide a través de un sorteo aleatorio entre los catedráticos que se han presentado voluntarios y que superan unos requisitos mínimos de productividad científica. Además, todo el proceso es muy trasparente. Se da publicidad a los criterios de los evaluadores, a los CVs de los candidatos, a sus datos bibliométricos (publicaciones, citas recibidas, índice h, libros…) y se publican online todas las evaluaciones, incluyendo tanto la decisión colegiada del tribunal como las apreciaciones individuales de cada evaluador. Para poder acreditarse un candidato necesita al menos cuatro votos positivos (de los cinco posibles).
En total hemos analizado unas 260.000 evaluaciones individuales que corresponden a unas 56.000 candidaturas en todas las áreas de conocimiento. El primer dato interesante es que las mujeres tienen menos posibilidades de acreditarse (unos 2,5 puntos porcentuales menos) pero esta diferencia prácticamente desaparece cuando tenemos en cuenta la productividad científica de los candidatos y candidatas, reduciéndose a únicamente 0,5 puntos porcentuales. También hemos analizado si esta diferencia depende de alguna manera de la composición del tribunal en términos de género. Para ello hemos comparado la tasa de éxito de candidatos y candidatas en áreas de conocimiento que tienen el mismo grado de feminización pero en las que, debido al sorteo aleatorio, los tribunales de evaluación tienen una composición diferente en términos de género. El análisis muestra que las candidatas a Profesor Titular tienen menos posibilidades de habilitarse cuando les toca ser evaluadas por un tribunal que incluye alguna evaluadora (en relación a las posibilidades que habrían tenido en un tribunal compuesto únicamente por varones). Este efecto es estadísticamente significativo y su magnitud no es despreciable: cada mujer adicional en el tribunal disminuye en unos 2 puntos porcentuales la cifra de mujeres que consigue habilitarse. En las pruebas de habilitación a catedrático se observa un patrón similar, pero en este caso el efecto no es significativo en términos estadísticos.
Para comprender mejor este resultado, y para entender el mecanismo que lo genera, hemos analizado también las evaluciones individuales de cada miembro del tribunal. El análisis muestra que las diferencias entre las decisiones de los tribunales mixtos y los tribunales únicamente compuestos por varones no se deben exclusivamente al voto de las mujeres que forman parte del tribunal. Cuando hay mujeres en el tribunal, los evaluadores varones se vuelven más duros con las candidatas.
No es fácil comprender por qué la presencia de mujeres en el tribunal hace que los evaluadores varones sean más críticos con las candidatas, pero lo que sin embargo parece claro es que, al menos en el ámbito académico, las cuotas de género podrían ser contraproducentes. En el caso italiano, nuestros cálculos muestran que una cuota del 40% habría supuesto que cerca de 500 candidatas no hubieran conseguido habilitarse, además de obligar a las catedráticas a dedicar tres veces más tiempo a formar parte de tribunales que los catedráticos varones.
La paridad en el ámbito académico no sólo es una cuestión de equidad, también se trata de una cuestión de eficiencia. En las últimas décadas la situación de la mujer en el mundo académico ha experimentado mejoras importantes, pero el proceso de convergencia es muy lento y, sin políticas adecuadas, se anuncia demasiado largo. Sin embargo, implementar las cuotas de género en los tribunales de evaluación ha sido probablemente un paso en falso.